Hace algún tiempo leí una columna del
politólogo peruano Carlos León Moya, que apuntaba cuatro desafíos
para la izquierda peruana en el contexto actual (post advenimiento
del triunfo de Humala y fractura del plan de gobierno del Gana Perú)
que me parecieron sumamente útiles a la hora de hacer un análisis
crítico de la situación y perspectiva de las fuerzas de izquierda
en nuestro propio país.
Resulta interesante constatar que
podemos encontrar situaciones similares y hermanarnos en una lucha
que cada día fortalece y agigante su carácter continental.
Estos cuatro desafíos para la actual
izquierda serían, el mismo orden enunciado por León Moya, la
dificultad para construir organizaciones, la poca capacidad de
nuestros cuadros para la gestión pública, la nula conexión entre
la academia y la izquierda y finalmente el problema de la relación
con el mundo de lo liberal.
Así mismo, dichos cuatro desafíos
(que el autor aborda como dificultades y con humildad planteo como
desafíos en la construcción de una izquierda moderna y eficaz en la
lucha contra la desigualdad en nuestro país) se manifiestan de
manera singular en el panorama político de nuestro país.
Son transversales tanto a los partidos
más avanzados que cuentan hoy con representación institucional (PC,
IC, PH, PRO, MAS, PI, un sector predominante del PPD y del PR,
algunas corrientes del PS) como a nuevos actores y movimientos que
bregan hoy por participar en las instituciones (RD, Izquierda
Autónoma, UNE, Socialistas Allendistas) y a otras colectividades con
marcada identidad de izquierda (entendida como el mundo libertario,
concejos comunistas y otras parcialidades) todas estas expresiones,
entendidas en su diversidad pero hermanadas por una identidad y
propósitos en común. (Lamento si la anterior lista omite
colectivos, grupos o movimientos, espero el lector comprenda y
perdone lo limitado de dicha enumeración).
La dificultad para crear organizaciones
en nuestro país se enmarca en el adverso contexto de la subjetividad
golpeada por 17 años de dictadura y 20 años de profundización del
modelo neoliberal, con sus valores, pre conceptos e ideales impuestos
a través de diferentes estrategias. La misma institucionalidad
dificulta la labor de los activistas de izquierda, que enfrentan
trabas legales, la constricción de una constitución anti popular y
la apatía de grandes masas de la población que acostumbran entender
el ejercicio de la política y de sus derechos en el límite inferior
de sus capacidades.
Así mismo, nuestra izquierda a
resultado muy poco eficaz a la hora de elaborar referentes unitarios
para nuestros movimientos. Tras el advenimiento de los regímenes
civiles posteriores a la dictadura militar y la fragmentación del
Movimiento Democrático Popular (MDP) así como del PAIS y otras
plataformas de izquierda alternativas a la ex Concertación, la
creación de iniciativas unitarias ha sido difícil y de débiles
logros tanto en lo electoral como en su materialización
organizacional. El Poder Democrático y Social (PODEMOS) y luego el
pacto Juntos Podemos Más fueron loables proyectos políticos que
aglutinaron la identidad de izquierda durante la segunda mitad de la
transición, pero sus logros electorales fueron (hay que reconocerlo)
magros y nunca lograron constituirse como verdaderas alternativas de
gobierno nacional, ni siquiera apuntando a a consolidad gobiernos
comunales en grandes ciudades como Valparaiso, Concepción, Valdivia
o en comunas populosas de Santiago como La Florida, Puente Alto o
Ñuñoa.
En la actualidad, nuestra fragmentación
es latente, considerando que nuestra izquierda acude a las elecciones
presidenciales y parlamentarias dividida en una cantidad nunca vista
de parcialidades. Las candidaturas de Sfeir, Roxana Miranda, Marcel
Claude, Marco Enriquez y hasta cierto punto la de Michelle Bachelet
(cuyo sustento electoral y programático, la Nueva Mayoría excede
los límites de una identidad de izquierda abarcando la participación
de socialcristianos, liberales y socialdemócratas) son un ejemplo
patente de la incapacidad de la izquierda chilena por conformar un
referente único. Maxime entendiendo los intereses parlamentarios de
la UNE, la Izquierda Autónoma y de RD. Otro ejemplo de nuestra poca
eficiencia para generar espacios de diálogo y encuentro entre
quienes nos sentimos parte de una identidad de izquierda para los
desafíos actuales.
Ciertamente en este sentido hay que
destacar que la creación de referentes y su inserción en la disputa
electoral se ha acelerado en el último tiempo, sobretodo a partir de
las movilizaciones estudiantiles del 2011, por lo que dicha
dispersión obedece tambien en gran medida a la novedad de muchas
fuerzas involucradas. A futuro no es descabellado considerar que la
construcción de un referente amplio para la izquierda pueda
construirse en concordancia con el transcurrir de este nuevo ciclo
político que experimenta Chile, y los gestos de generosidad que han
presentado colectividades como el PPD, RD y la Izquierda Autónoma,
presentando su apoyo a candidaturas de otros pactos con el fin de
crear una Bancada de los Movimientos Sociales en el poder legislativo
apuntan y refuerzan este ideal de unidad necesario para alcanzar los
cambios que reclaman las mayorías.
Un segundo desafío se manifiesta en la
poca experiencia de nuestros cuadros para ejercer la gestión
pública, en tanto gran parte de esta izquierda ha sido marginada
durante los últimos 40 años de la institucionalidad y resulta obvio
apuntar que la experiencia y habilidad requerida para administrar el
poder desde los espacios de la representación popular sólo se logra
a través de la empiria. Hay que estar arriba para saber cómo se
mueve este mecanismo y por lo mismo nuestra experiencia es muy baja.
Este escenario resulta ciertamente muy similar al que enfrentó la
izquierda de nuestro país tras el triunfo del Frente Popular en
1939, en tanto gran parte de los partidos que apoyaron la candidatura
de Pedro Aguirre Cerda jamás habían estado en el gobierno. En
aquella ocación la experiencia de los militantes radicales jugó un
rol fundamental, equiparable al que seguramente jugarán algunos
partidos de la ex Concertación en la construcción de referentes
para nuestra izquierda.
En tercer lugar constatamos una lejanía
radical entre la Academia y la Izquierda, entendiendo que aunque
existe una gran cantidad de intelectuales, creadores, científicos y
pensadores que se sienten ligados a la izquierda y/o apoyan algún
referente de esta, son muy pocos los que efectivamente cuentan con un
trabajo orgánico, una militancia efectiva o desarrollan un activismo
que permita concebir a la Academia como un actor relevante en la
construcción de un referente de izquierda unitario con base social.
Es indispensable abrir espacios de encuentro y que estos dos mundos
dialoguen desde la práctica (vienen a mi mente aquellas fotos de
Foucault y Sartre marchando, panfleteando y dando discursos megáfono
en mano durante el Mayo Francés) en lo que sin duda jugarán un
papel fundamental las nuevas generaciones de activistas
universitarios de izquierda que egresen de sus casas de estudio y se
integren a la vida productiva de nuestro país.
Un cuarto desafío corresponde a la
relación entre la Izquierda y el mundo liberal, que en Chile tiene
manifestaciones tanto en sectores de RN, como en los equipos
electorales de Andrés Velasco y en un sin fin de otras
organizaciones, grupos de estudio, think thanks y otros espacios.
Ciertamente hay elementos en el mundo liberal que permiten construir
espacios y agendas comunes, tendientes a reducir y aislar a los
espacios más retrógrados de la derecha, que en Chile tiene
exponentes dictatoriales, violentamente racistas, machistas y otras
características, cuyo máximo exponente de medievalismo se encuentra
en la Unión Demócrata Independiente.
Así mismo es importante que Izquierda
y liberalismo dialoguen en tanto es posible para los primeros
nutrirse de ciertos elementos políticos que no hemos asumido del
todo (aprecio por la democracia, asimilación de la meritocracia
frente a lógicas de amiguismo y sectarismo) que resultan tareas
históricas pendientes para cualquier izquierda del siglo XXI.
Estos cuatro desafíos, entre muchos
otros, deberían ser enfrentados por la diversidad de toda la
Izquierda para mejorar cualitativa y cuantitativa mente nuestra
capacidad de incidencia y transformación creativa de la realidad
nacional.