sábado, 3 de agosto de 2013

4 desafíos para la Izquierda




Hace algún tiempo leí una columna del politólogo peruano Carlos León Moya, que apuntaba cuatro desafíos para la izquierda peruana en el contexto actual (post advenimiento del triunfo de Humala y fractura del plan de gobierno del Gana Perú) que me parecieron sumamente útiles a la hora de hacer un análisis crítico de la situación y perspectiva de las fuerzas de izquierda en nuestro propio país.



Resulta interesante constatar que podemos encontrar situaciones similares y hermanarnos en una lucha que cada día fortalece y agigante su carácter continental.



Estos cuatro desafíos para la actual izquierda serían, el mismo orden enunciado por León Moya, la dificultad para construir organizaciones, la poca capacidad de nuestros cuadros para la gestión pública, la nula conexión entre la academia y la izquierda y finalmente el problema de la relación con el mundo de lo liberal.



Así mismo, dichos cuatro desafíos (que el autor aborda como dificultades y con humildad planteo como desafíos en la construcción de una izquierda moderna y eficaz en la lucha contra la desigualdad en nuestro país) se manifiestan de manera singular en el panorama político de nuestro país.



Son transversales tanto a los partidos más avanzados que cuentan hoy con representación institucional (PC, IC, PH, PRO, MAS, PI, un sector predominante del PPD y del PR, algunas corrientes del PS) como a nuevos actores y movimientos que bregan hoy por participar en las instituciones (RD, Izquierda Autónoma, UNE, Socialistas Allendistas) y a otras colectividades con marcada identidad de izquierda (entendida como el mundo libertario, concejos comunistas y otras parcialidades) todas estas expresiones, entendidas en su diversidad pero hermanadas por una identidad y propósitos en común. (Lamento si la anterior lista omite colectivos, grupos o movimientos, espero el lector comprenda y perdone lo limitado de dicha enumeración).



La dificultad para crear organizaciones en nuestro país se enmarca en el adverso contexto de la subjetividad golpeada por 17 años de dictadura y 20 años de profundización del modelo neoliberal, con sus valores, pre conceptos e ideales impuestos a través de diferentes estrategias. La misma institucionalidad dificulta la labor de los activistas de izquierda, que enfrentan trabas legales, la constricción de una constitución anti popular y la apatía de grandes masas de la población que acostumbran entender el ejercicio de la política y de sus derechos en el límite inferior de sus capacidades.



Así mismo, nuestra izquierda a resultado muy poco eficaz a la hora de elaborar referentes unitarios para nuestros movimientos. Tras el advenimiento de los regímenes civiles posteriores a la dictadura militar y la fragmentación del Movimiento Democrático Popular (MDP) así como del PAIS y otras plataformas de izquierda alternativas a la ex Concertación, la creación de iniciativas unitarias ha sido difícil y de débiles logros tanto en lo electoral como en su materialización organizacional. El Poder Democrático y Social (PODEMOS) y luego el pacto Juntos Podemos Más fueron loables proyectos políticos que aglutinaron la identidad de izquierda durante la segunda mitad de la transición, pero sus logros electorales fueron (hay que reconocerlo) magros y nunca lograron constituirse como verdaderas alternativas de gobierno nacional, ni siquiera apuntando a a consolidad gobiernos comunales en grandes ciudades como Valparaiso, Concepción, Valdivia o en comunas populosas de Santiago como La Florida, Puente Alto o Ñuñoa.



En la actualidad, nuestra fragmentación es latente, considerando que nuestra izquierda acude a las elecciones presidenciales y parlamentarias dividida en una cantidad nunca vista de parcialidades. Las candidaturas de Sfeir, Roxana Miranda, Marcel Claude, Marco Enriquez y hasta cierto punto la de Michelle Bachelet (cuyo sustento electoral y programático, la Nueva Mayoría excede los límites de una identidad de izquierda abarcando la participación de socialcristianos, liberales y socialdemócratas) son un ejemplo patente de la incapacidad de la izquierda chilena por conformar un referente único. Maxime entendiendo los intereses parlamentarios de la UNE, la Izquierda Autónoma y de RD. Otro ejemplo de nuestra poca eficiencia para generar espacios de diálogo y encuentro entre quienes nos sentimos parte de una identidad de izquierda para los desafíos actuales.



Ciertamente en este sentido hay que destacar que la creación de referentes y su inserción en la disputa electoral se ha acelerado en el último tiempo, sobretodo a partir de las movilizaciones estudiantiles del 2011, por lo que dicha dispersión obedece tambien en gran medida a la novedad de muchas fuerzas involucradas. A futuro no es descabellado considerar que la construcción de un referente amplio para la izquierda pueda construirse en concordancia con el transcurrir de este nuevo ciclo político que experimenta Chile, y los gestos de generosidad que han presentado colectividades como el PPD, RD y la Izquierda Autónoma, presentando su apoyo a candidaturas de otros pactos con el fin de crear una Bancada de los Movimientos Sociales en el poder legislativo apuntan y refuerzan este ideal de unidad necesario para alcanzar los cambios que reclaman las mayorías.



Un segundo desafío se manifiesta en la poca experiencia de nuestros cuadros para ejercer la gestión pública, en tanto gran parte de esta izquierda ha sido marginada durante los últimos 40 años de la institucionalidad y resulta obvio apuntar que la experiencia y habilidad requerida para administrar el poder desde los espacios de la representación popular sólo se logra a través de la empiria. Hay que estar arriba para saber cómo se mueve este mecanismo y por lo mismo nuestra experiencia es muy baja. Este escenario resulta ciertamente muy similar al que enfrentó la izquierda de nuestro país tras el triunfo del Frente Popular en 1939, en tanto gran parte de los partidos que apoyaron la candidatura de Pedro Aguirre Cerda jamás habían estado en el gobierno. En aquella ocación la experiencia de los militantes radicales jugó un rol fundamental, equiparable al que seguramente jugarán algunos partidos de la ex Concertación en la construcción de referentes para nuestra izquierda.



En tercer lugar constatamos una lejanía radical entre la Academia y la Izquierda, entendiendo que aunque existe una gran cantidad de intelectuales, creadores, científicos y pensadores que se sienten ligados a la izquierda y/o apoyan algún referente de esta, son muy pocos los que efectivamente cuentan con un trabajo orgánico, una militancia efectiva o desarrollan un activismo que permita concebir a la Academia como un actor relevante en la construcción de un referente de izquierda unitario con base social. Es indispensable abrir espacios de encuentro y que estos dos mundos dialoguen desde la práctica (vienen a mi mente aquellas fotos de Foucault y Sartre marchando, panfleteando y dando discursos megáfono en mano durante el Mayo Francés) en lo que sin duda jugarán un papel fundamental las nuevas generaciones de activistas universitarios de izquierda que egresen de sus casas de estudio y se integren a la vida productiva de nuestro país.



Un cuarto desafío corresponde a la relación entre la Izquierda y el mundo liberal, que en Chile tiene manifestaciones tanto en sectores de RN, como en los equipos electorales de Andrés Velasco y en un sin fin de otras organizaciones, grupos de estudio, think thanks y otros espacios. Ciertamente hay elementos en el mundo liberal que permiten construir espacios y agendas comunes, tendientes a reducir y aislar a los espacios más retrógrados de la derecha, que en Chile tiene exponentes dictatoriales, violentamente racistas, machistas y otras características, cuyo máximo exponente de medievalismo se encuentra en la Unión Demócrata Independiente.



Así mismo es importante que Izquierda y liberalismo dialoguen en tanto es posible para los primeros nutrirse de ciertos elementos políticos que no hemos asumido del todo (aprecio por la democracia, asimilación de la meritocracia frente a lógicas de amiguismo y sectarismo) que resultan tareas históricas pendientes para cualquier izquierda del siglo XXI.



Estos cuatro desafíos, entre muchos otros, deberían ser enfrentados por la diversidad de toda la Izquierda para mejorar cualitativa y cuantitativa mente nuestra capacidad de incidencia y transformación creativa de la realidad nacional.

jueves, 20 de junio de 2013

La Nueva Mayoría II Parte

Antecedentes del proyecto histórico concertacionista:

La Concertación nace a fines de los ochenta como alianza de dos proyectos políticos distintos, la socialdemocracia y el socialcristianismo. Ambos proyectos democráticos consintieron pactar un proceso de transición en el que el mundo civil pudiera volver a ejercer la administración del Estado sin cuestionar el modelo de desarrollo impuesto por la dictadura.

El proyecto Concertacionista aceptó dicho trato, lo que no resultaba demasiado difícil considerando las ataduras constitucionales, legales y culturales que dejaban los militares. La derecha política se insertó en un juego democrático que le daba no sólo gobernabilidad, si no la certeza de que aun encontrándose en minoría electoralmente, podría sobrerepresentarse y trabar cualquier iniciativa que tendiera a modificar el esquema político.

Ante la falta de referentes externos de proyectos políticos antineoliberales (previa caída de la órbita soviética, caída del gobierno sandinista, etc.) resulta bastante fácil entender cuáles fueron los caminos lógicos que llevaron a la Concertación a acatar el Consenso de Washington y asumir la profundización del modelo neoliberal en Chile. Con un movimientos social desnutrido y traumatizado luego de la dictadura y con la perdida del horizonte soviético obligando a la transformación de todos los grupos de izquierda, junto con los amarres estructurales que dejaba la administración militar en beneficio de la derecha, era obvio que la posibilidad de plantear un camino alternativo era muy reducida.

Este mismo proceso se vivió en toda Latinoamérica, y en casi todo el mundo post caída del eje soviético. Las diferencias entre el cuadro mundial y regional de aquel momento y el actual son abismantes. No tenemos para qué extendernos en ese punto.

Continuidad y Cambio. El momento histórico de la Nueva Mayoría

El movimiento social chileno ha acumulado fuerzas durante 20 años. Hoy tiene las herramientas políticas para incidir, detener y transformar la agenda de cualquier gobierno. Así mismo, el escenario regional-continental se ha transformado, el fortalecimiento de los gobiernos progresistas de América Latina, que dialogan y se insertan continuamente da pie a un nuevo horizonte diplomático. Por último, el alzamiento de Brasil como potencia regional, inserta en el BRIC y en el nuevo mundo multipolar, da pie a que la influencia norteamericana no sea hoy la Espada de Damocles, colgando eterna sobre las cabezas de nuestros gobiernos.

Las condiciones que permitieron el surgimiento de la Concertación como proyecto político se han extinguido, luego de 20 años de transformaciones fundamentales en el panorama nacional y mundial. El modelo político de gestión y desarrollo que pudo vivir durante 20 años acosta de la debilidad del movimiento social ha muerto.

Al dejar de existir las condiciones que le daban viabilidad, es obvio que, así como el pez fuera del agua, el conglomerado desfallezca. Es el momento de que los actores sociales se reorganicen y conformen un nuevo proyecto político, que se haga cargo del momento histórico y sepa agitar a las masas en función de una épica distinta. Asistimos al parto de una nueva era para la historia de nuestro país. Como todo parto debe ser doloroso, siempre cuesta romper con la costumbre de pensar el mundo de una cierta forma, y también como todo parto, no emerge de la nada. Es obvio que los partidos que conformaron la Concertación siguen existiendo y tienen un rol histórico que cumplir, junto a nuevas fuerzas, con las que en conjunto deberán saber enfrentar los desafíos que implica esta nueva era.

martes, 18 de junio de 2013

La Autonomía Universitaria

La semana pasada Carabineros entró a la Casa Central de la Universidad de Chile. No suelen hacerlo. En lo que va de siglo no lo habían hecho y en siglo pasado al parecer sólo lo realizaron dos veces. La primera vez fue para desalojar a un piquete de niños nazis que querían hacer un golpe de Estado, la segunda fue para reprimir una manifestación.

Siempre resulta traumático que lo hagan. Existen muchos mitos con respecto a lo que entendemos por "Autonomía Universitaria" y la sola intromisión de carabineros al interior de una casa de estudios siempre genera una avalancha de declaraciones, algunas muy republicanas, muy democráticas, muy llenas de fervoro intelectual contra la violación de la, otra vez, Autonomía Universitaria. Las declaraciones de personeros de gobierno y de carabineros han sido tan burdas que parecen conceder que el desalojo de la Casa Central es en efecto un procedimiento temible. Una violación grave a los símbolos de la República.

Quiero analizar esto desde el punto de vista cultural, luego lo elaboraremos desde lo técnico y terminaremos en lo político, si es que se me permite la taxonomía.

. La Universidad de Chile es para los chilenos un baluarte del pensamiento laico, progresista y republicano. Un centro de formación de excelencia, un nicho de lideres que nacen bajo el designio de dirigir el país hacia el progreso y la ilustración. Una vara con la que se mide la calidad, la excelencia.

Hasta ahí vamos bien. Es obvio que habría que tener muy mal criterio para entrar y golpear y reprimir y todas esas cosas que les gustan a carabineros.

La autonomía universitaria se entiende como el conjunto de derechos de la comunidad universitaria para determinar sus procesos formativos, su gestión y sus políticas internas con independencia de la tutela de elementos externos, como el Estado, los partidos políticos, gremios o corporaciones.

Históricamente, las repercusiones políticas que conlleva el ingreso de carabineros al interior de la Universidad durante una manifestación han generado una suerte de mito urbano con respecto a la extraterritorialidad de la Universidad. Como si esta, por su historia, por ser depositaria de determinados valores, fuera un Estado dentro del Estado, fuera un territorio ajeno a la barbarie de la Alameda, a la barbarie del afuera, por lo que siempre en ella encontrarán refugio quienes quieran refugiarse y siempre se podrá hacer la vista gorda ante una que otra falta a la Ley del Estado central.

(Esto tiene antecedentes históricos muy concretos, miren)

Entonces, tenemos que la semana pasada, cuando carabineros ingresó a la Casa Central de la Universidad de Chile, se estaba violando un espacio ritual, se profanó un espacio sagrado, que existe como contraposición a lo profano del mundo exterior. Esto desencadenó ( y en mi opinión está bien hacerlo, pues constituye otra parte del ritual) la respuesta de un grupo de individuos que dentro de la sociedad dicen ser los depositarios de estos valores (Desde el Rector Pérez hasta cualquier activista que haya compartido sus palabras en Facebook) que aparecieron haciendo uso público de su razón para defender dicho espacio y censurar la intromisión de la barbarie en el espacio ritual. La autonomía es el objeto ritual invocado, es el shuringa eficaz, es el conjuro que invocamos para defender nuestro sagrario.

Culturalmente esto está bien y funciona, es eficaz, es movilizador. Ahora veamos los aspectos formales.

Resulta que la ley orgánica constitucional define la autonomía universitaria en los términos acotados que expusimos primeramente. A la maquina estatal no le preocupa demasiado el violar de vez en cuando los espacios sagrados de la sociedad civil. Carabineros actuó en función de su lógica, de sus protocolos, de una ideología nacional vinculante. Vale decir, actuó en conformidad a la ley.

Para carabineros el protocolo es sencillo. Si ven que se comete un delito, detienen al delincuente. No existen dentro del Estado espacios que desafíen abiertamente el monopolio del ejercicio de la ley del Estado, y cuando intentan existir, se los anula rápidamente y con todos los medios posibles. La consigna es sencilla, sólo el Estado hará cumplir la ley, nada existirá fuera de su imperio. La universidad podrá ser muy sagrada y muy bonita y muy histórica, pero si a alguien se le ocurre romper la ley dentro de ella, se hará cumplir el protocolo, a la brevedad y sin miramientos.

Recuerdo cierta ocasión en la que debatía este mismo tema con una amiga, compañera de la Escuela de Antropología de la Universidad Austral de Chile a raíz de un caso muy similar, en el que fuerzas especiales entró al campus y ocurrió lo que siempre ocurre cuando pasan estas cosas. Ella apelaba a una suerte de inmunidad diplomática propia de la Universidad con respecto al resto de la ciudad, yo le rebatí preguntando por qué razón nuestra casa de estudios tendría que existir ajena a las mismas reglas que imperan fuera de ella.

Claramente, en este caso en particular existe un hecho social, una apreciación cultural, un fenómeno societal que entra en pugna con la lógica del Estado y que tiene un rango bastante amplio de eficacia. El respeto, la reverencia y las repercusiones políticas que conlleva el acto de profanación permiten muchas veces evitar el ingreso de carabineros a la Universidad, pero este hecho no tiene asidero en la ley o el protocolo y nada garantiza que funcione en todos los casos.

Ahora quiero hablar como activista político, como militante de la izquierda, como ex dirigente estudiantil y como estudiante y ciudadano como el que más.


Claramente, no podemos seguir pensando la Universidad como un espacio ajeno a las reglas del combate que entendemos dentro de todos los otros espacios de la sociedad. Es la Universidad un territorio, inmerso en un entramado de relaciones de poder, correlaciones de fuerza que no le son ajenas. Pensarla Autónoma es pensarla virgen y ajena a la política nacional, como una guardería, un espacio neutro. Esta idea debe ser combatida y superada en el seno del movimiento estudiantil.

La autonomía universitaria ha sido violada de antemano. La contrarreforma iniciada por la dictadura militar implicó la destrucción de los espacios de autonomía y conexión con el medio social, la erradicación del proyecto progresista y libertario del movimiento estudiantil previo a 1973 y trajo consigo la intromisión radical de los grupos de poder.

El país que diseñó la oligarquía desde 1974 entendía los procesos de acumulación capitalista íntimamente ligados con la dependencia económica del país hacia las urbes industrializadas. En contraste con el proyecto de Industrialización y la épica cepaliana, el Chile post-UP fue pensado como un exportador de materias primas. Su riqueza esta en el cobre bajo tierra, no en las personas. Las Universidades (y todo el modelo educativo) fueron rediseñadas para darle sentido a este proyecto.

La verdadera autonomía fue violada es entonces, al subyugar a las Universidades a producir profesionales y conocimientos afines a este proyecto exportador. Los derechos de las comunidades universitarias para gestionar su propio devenir histórico fueron mutilados. Los proyectos de democratización posteriores, incluso los que actualmente se viven al interior de las diferentes casas de estudio son, en este sentido, elegantes maniobras de labor terapia, que si bien constituyen experiencias fecundas al reivindicar el rol de la comunidad universitaria, chocan inmediatamente con el proyecto nacional de desarrollo que día a día expresa más síntomas graves de decadencia.

La verdadera autonomía sólo se logrará (paradójicamente) con una Reforma Universitaria que transforme el actual proyecto nacional de educación y esta Reforma sólo tendrá sentido si, como sociedad civil, logramos cristalizar un proceso de transformación al actual Modelo Nacional de Desarrollo. Esto implica transformar el rol del Estado en la economía y la participación de la ciudadanía en el devenir de la discusión política.

A modo de conclusión:

Mientras tanto ( y junto a, puesto lo último lo debemos construir, día a día, entre todos, desde ayer hasta mañana y pasando por las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias) urge el fortalecimiento de las comunidades universitarias, hacer más estrecho y vinculante el diálogo entre los estamentos. Los estudiantes necesitamos orgánicas representativas más fuertes, con más facultades políticas y de gestión. Necesitamos Federaciones más federativas, en las que el demos universitario se vea representado en toda su amplitud y diversidad, y donde el estudiante tenga un espacio de encuentro, de diálogo y de lucha para impulsar las transformaciones que nuestros pueblos necesitan.

Es deber de todos construir estas nuevas comunidades universitarias, con respeto por la memoria y los proyectos fundacionales de dichas casas de estudio, con diálogo permanente con el mundo social, con planes de lucha definidos y fecundos. Claramente la tarea es grande, pero la nueva sociedad no emergerá ajena a dicho proceso y es necesario asumir la responsabilidad histórica de ser universitarios en el presente momento político.

viernes, 14 de junio de 2013

La Nueva Mayoría (primera parte)

Ha nacido en Chile una alianza política llamada Nueva Mayoría, para servir de instrumento a la ciudadanía y al pueblo de Chile.

Es este instrumento el pacto más amplio y más diverso que recuerde la historia política en nuestro país. Conviven, dialogan y debaten en su interior socialdemócratas, progresistas, marxistas, cristianos y bolivarianos, y día a día se suman más voluntades independientes buscando canalizar a través de dicho pacto la solución electoral que lleve a Chile a una nueva era en su historia.

Ha nacido en Chile la Nueva Mayoría, para ser la expresión de la ciudadanía que quiere profundizar la democracia y poner a las personas en el centro del modelo de desarrollo nacional.


Hace poco publiqué lo anterior a través de mi cuenta personal de Facebook. Ahora quisiera aprovechar este medio para apuntar algunos elementos que he ido desarrollando a lo largo de las últimas semanas en diferentes espacios argumentativos, políticos y sociofamiliares.

Antes de comenzar quisiera aclarar que no es mi intención generar una defensa corporativa de la política de alianzas del PC, colectividad en la que milito, si no más bien referirme a los elementos constitutivos del pacto Nueva Mayoría y al papel que parece estar llamado a desempeñar en el presente inmediato.

Primeramente, y remitiéndonos a los primeros enunciados, decimos que la Nueva Mayoría a nacido como instrumento de la ciudadanía y al pueblo de Chile. Decimos en tanto nace en un contexto político radicalmente distinto tanto a los últimos 23 años de gobiernos post-dictadura como al repliegue del mundo militar a fines de los años ochenta.

El Chile que ve nacer este pacto ya no es el mismo que nos acostumbramos a pensar y en el que nos acostumbramos a vivir. Ciertamente los movimientos sociales son hoy un factor de peso en el debate nacional, los estudiantes permanecen constantemente movilizados y en permanente debate, el mundo sindical se redinamiza rápidamente, tanto en el interior de la Central Unitaria como desde distintas organizaciones de trabajadores portuarios, de servicios, etc.

No diremos que se vive en nuestro país un momento de movilización masiva o que vivimos una "coyuntura pre-revolucionaria" haciéndonos cargo de lo que implica utilizar dichos términos. Hacerlo sería desconocer tanto profunda como superficialmente la actual correlación de fuerzas en nuestro país. 

Podemos decir que en Chile se vive un momento especial, un Nuevo Momento Político que si bien difiere de la inercia política de los 90's y los 00's, no alcanza a cumplir con las expectativas de algunos soñadores que creen inminente la caída del Palacio de Invierno. La situación es compleja, sobre todo para los que quieran sentirse parte de la vereda de los movimientos sociales, y, arrojándose la militancia en dichos espacios, intente visualizar el nivel de la actual acumulación de fuerzas.

Durante el 2011 asistimos a constantes y progresivas muestras de desprestigio e impugnación de la autoridad, del modelo neoliberal, de la democracia protegida y binominal. Cada mes se suponía que el movimiento social acumulaba más poder, llegando la verborrea de algunos dirigentes a señalar que había llegado la hora de la redención proletaria, la parusía del pueblo chileno, las hojas de este discurso maximalista fueron primero dispersadas y luego pulverizadas por los resultados de las elecciones municipales del año siguiente.

Las municipales del 2012 fueron un balde de agua fría en las cabezas de los más acalorados. Los partidos de la Oposición Parlamentaria, agrupados en dos listas electorales cuyo cisma ideológico era bastante claro, resultaron ser las grandes vencedoras de los comicios.

 La lista Concertación Democrática, expresión conservadora de los partidos democristiano y socialista inclusive logró una amplia ventaja frente al Pacto Por un Chile Justo, que aglutinaba a las fuerzas más progresistas dentro de la Oposición Parlamentaria. Los resultados para otras listas que se reivindicaban de izquierda pero que por opción se negaron a establecer alguna clase de acuerdo con los partidos de la ex -Concertación fueron miserables.

Este hecho no puede ser reducido a las categorías dicotómicas de victoria o derrota política. Si bien la Oposición celebró con mucha propiedad los resultados de la expansión de su órbita de influencia, la Derecha lamentó amargamente su retroceso e incluso recurrió a diferentes tretas para mitigar dicha derrota (los casos de Valdivia, Ñuñoa y Estación Central son ejemplos muy claros) y la oposición extraparlamentaria ( e.g. P. Igualdad) alegó el triunfo del reformismo y la invalidez del proceso, lo que realmente se desprende esta situación (y o que no se desprende, una abstención altísima que ni el más afiebrado se podría adjudicar como logro político) es una reconfiguración del escenario político, una reagrupación en la correlación de fuerzas y la invalidación de los discursos más termocéfalos.

Después de las municipales de 2012 quedó claro que cualquier proyecto de transformación del país desde la izquierda deberá necesariamente involucrar tanto a los movimientos, relatos y organizaciones nacidas del 2011, como a los partidos y correlaciónes que formaron parte del proyecto Concertacionista post Dictadura. Estos partidos (PS, PDC, PPD, PR) que habiendo sido impugnados violentamente por una nueva pléyade de dirigentes estudiantiles y sociales, habían demostrado que seguían y siguen siendo depositarios de la confianza de un importante y heterogéneo sector de la ciudadanía, que no puede ser obviado cuando se piensa en construir un futuro.

Si el 2011 fue la disrupción, la emergencia de la ciudadanía, el grito insurrecto, en 2012 vino el balde de agua fría, el despertar y el aterrizaje forzoso del que quiera construir. Nos dimos cuenta que las mismas señoras que tocaban sus cacerolas contra la represión tenían calendarios de Bachelet en sus refrigeradores. Menester es dialogar, se acabaron los iluminados.

Lo interesante de este diálogo de hechos es que ninguno se detiene. La repolitización de la sociedad chilena, que estalla espectacularmente en 2011 no se detiene, viene luego Aysen, Freirina, Huasco, y en 2013 los colegios fusionados de La Florida, Talca, La Cisterna, el paro Portuario, Costanera Center, El movimiento estudiantil sigue movilizando a decenas de miles, estalla Quellón y como diría Alberto Mayol, la primavera de Chile no se ha detenido.



domingo, 9 de junio de 2013

El concepto socialista de la reforma universitaria

El concepto socialista de la reforma universitaria

Julio Antonio Mella

 
Mucho se habla de "Reforma Universitaria". El malestar y la inquietud existentes entre los estudiantes hace que se oigan los balbuceos de un lenguaje revolucionario. En Tren Blindado y en pláticas públicas trataremos de desarrollar las bases sociales de este movimiento, sus antecedentes históricos, sus principios fundamentales y todo aquello que sea necesario para su mejor comprensión por la multitud estudiantil.

Lo primero que necesitamos definir es el concepto real de la reforma universitaria. Hay mucha palabrería liberal y vacía sobre reforma universitaria, debido a que los elementos que en muchas partes tomaron parte de este movimiento lo eran de la burguesía liberal. Pero si la reforma va a acometerse con seriedad y con espíritu revolucionario no puede ser acometida más que con un espíritu socialista, el único espíritu revolucionario del momento.

Las universidades, como otras tantas instituciones del régimen presente, están hechas para sostener y ayudar el dominio de la clase que está en el poder. Creer que los intelectuales, o las instituciones de enseñanza no tienen vinculación con la división sociológica en clases de toda sociedad es una ingenuidad de los miopes políticos. Nunca una clase ha sostenido una institución, ni mucho menos instituciones de educación, si no es para su beneficio. Es en las universidades, en todas las instituciones de enseñanza, donde se forja la cultura de la clase dominante, donde salen sus servidores en el amplio campo de la ciencia que ella monopoliza. Las universidades de los países capitalistas modernos crean abogados, ingenieros, técnicos de toda naturaleza, para servir los intereses económicos de la clase dominante: la burguesía capitalista. Si se considera que los médicos pueden ser una excepción se caería en un grave error. La inmensa mayoría de los médicos que se gradúan, ¿son para servir en instituciones de beneficencia colectiva o para formar en la burguesía profesional individualista y explotadora? Que muchos médicos no triunfen, por las mismas injusticias del régimen presente, no indica que la aspiración del gremio no sea ésta.
Sentado esto, que no necesita ampliarse para cualquiera que posea una media cultura social, diremos que la reforma universitaria debe acometerse con el mismo concepto general de todas las reformas dentro de la organización económica y política actual. No hay ningún socialista honesto que suponga factible reformar toda esta vieja sociedad paulatinamente hasta sacar de ella una nueva y flamante como en las viejas utopías. La condición primera para reformar un régimen -lo ha demostrado siempre la historia- es la toma del poder por la clase portadora de esa reforma. Actualmente, la clase portadora de las reformas sociales es la clase proletaria. Todo debe ir convergente a esta finalidad. Pero el hecho de que la solución definitiva sea, en esto, como en otras mil cosas, la revolución social proletaria, no indica que se deba ser ajeno a las reformas en el sentido revolucionario de las palabras, ya que no son antagónicos estos conceptos.
Un concepto socialista de la lucha por mejorar la Universidad es similar al concepto del proletariado en su acción por mejorar las condiciones de su vida y su medio. Cada avance no es una meta, sino un escalón, para seguir ascendiendo, o un arma más que se gana al enemigo para vencerlo en la "lucha final".
 
Luchamos por una universidad más vinculada con las necesidades de los oprimidos, por una universidad más útil a la ciencia y no a las castas plutocráticas, por una universidad donde la moral y el carácter del estudiante no se moldee ni en el viejo principio del "magister dixit", ni en el individualista de las universidades republicanas de la América Latina o EE.UU.: Queremos una Universidad nueva que haga en el campo de la cultura lo que en el de la producción harán las fábricas del mañana sin accionistas parásitos ni capitalistas explotadores. Sabemos que no lo vamos a conseguir inmediatamente. Pero en la simple lucha por la obtención de ese ideal de la universidad del porvenir vamos a obtener un doble triunfo: agitar conciencias jóvenes ganando reductos en el frente educacional contra los enemigos del pueblo trabajador, y, probar, ante todos los revolucionarios sinceros, que la emancipación definitiva de la cultura y de sus instituciones no podrá hacerse sino conjuntamente con la emancipación de los esclavos de la producción moderna que son, también, los títeres inconscientes del teatro cómico de los regímenes políticos modernos.


Fecha:  Septiembre de 1928

domingo, 18 de noviembre de 2012

Ha muerto en Santiago don Eduardo Morales Miranda




Ha muerto a los 102 años cuando la Universidad que fundara con su mano prometeica completa los 58 y declara tres días de duelo para rendir tributo a la figura cuyo proyecto fue traicionado y tergiversado invariablemente durante décadas, hasta sólo un poco antes de su renuncia indeclinable.

Morales Miranda es un héroe trágico de la educación. Es un prometeo Austral que erigió una casa de estudios inspirada en los inmortales preceptos de la libertad y la igualdad pero que vio cómo su proyecto naufragaba frente a la mezquindad de una clase burguesa que jamás pudo alzar su voluntad por encima del interés de sus billeteras.

Hacia fines de la década del 40, la necesidad de la burguesía local por contar con técnicos y profesionales de gran habilidad para sustentar los engranajes del desarrollo industrial de la ciudad y sus alrededores se hacia cada vez más patente. Las tradicionales familias valdivianas se han consolidado y una clase media tecnificada y bastante amplia, educada gracias a los esfuerzos de los gobiernos radicales y laboralmente activa conforman un espacio que requiere con urgencia una institución educativa acorde a las necesidades regionales.

Sin embargo el proyecto de Morales Mirada (influido por pensadores de la talla intelectual de un Alejandro Lipschutz) desbordaba la mera necesidad de otorgar a la industria valdiviana una buena cantidad de técnicos. La universidad que pensó Morales Miranda tenía como objetivo dotar al sur de Chile de una casa de estudios que aportara con vigor y energía de nuevos graduados formados desde una óptica humanista, crítica y profundamente intelectual. 

La gran cantidad de estudiantes matriculados en la primera generación de la entonces Facultad de Bellas Artes, la preeminencia de cursos humanistas para todas las ramas del conocimiento impartidas y la fuerte vocación creativa de Morales, comenzaron prontamente con los intereses de la Universidad de Chile y sus políticas curatorias.

Esto es quizás lo más importante a la hora de comprender el devenir histórico de nuestra Universidad. Esta tensión entre el proyecto germinal, de carácter regionalista y profundamente creativo de don Eduardo Morales, de construir en Valdivia una institución con vocación regional y de país, libre de la tutela de cualquier institución foránea, y el proyecto mercantilista de otra parte de la burguesía local, que sentía en el sometimiento a la casa de Bello una cómoda forma de encausar la educación en virtud de sus intereses. 

Esta tensión provocó en 1961 la renuncia indeclinable y el alejamiento definitivo de Morales Miranda, luego de una fuerte pugna entre sus seguidores y los miembros del Directorio de la Sociedad (algo que puede resultar familiar).  El alejamiento del rector fundador deja constancia de la profundidad del vuelo que quería emprender y de cómo los poderes fácticos de la región que luego del terremoto perdieron en gran medida el impulso industrializador (algo que sería renovado más tarde durante la Unidad Popular, pero cuyo resultado conocemos todo) y viraba rápidamente a garantizar la viabilidad del proyecto agrario y más tarde forestal. 

Es así como el proyecto de Universidad laica, progresista y libertaria ideado por Morales Miranda y otros grandes pensadores de la época queda trunco al poco andar. Cabe destacar que la autonomía completa de la Universidad con Respecto a la Universidad de Chile data de 1968, durante la gestión del rector Felix Martinez Bonatti y en medio de la presión de una nueva generación de estudiantes imbuidos de los valores y los contenidos políticos de la Reforma Universitaria vivida en todo el país. 

Esta pequeña monografía (que resulta falta de citas y documentos que la avalen por no ser mi interés primordial si no más bien el intento de plantear un relato de la travesía política e ideológica de la Universidad) no puede terminar sin antes levantar una profunda crítica. 

Anticipándome a la serie de ceremonias, actos y otras actividades que seguramente desplegarán rectoría y demás cuerpos colegiados para condolerse del fallecimiento del Doctor, algo que sin lugar a dudas resulta siempre loable y necesario, es necesario dar testimonio de la permanente traición que comete la Universidad a los valores y principios que guiaron la gestión de nuestro fundador. La tergiversación del proyecto histórico de la Universidad resulta dramática y es más que preciso denunciarla con toda nuestra fuerza y hoy más que nunca agitar los principios fundacionales que motivaron la creación de nuestra casa de estudios y llevar nuestro que hacer político a la concreción de una Reforma. 

Resulta hoy, cuando en el centro de la discusión nacional permanece la disputa por la construcción de diferentes proyectos educativos, darle una vuelta a los contenidos intelectuales, morales y políticos de próceres como Morales Miranda, dar cuenta de las traiciones, mentiras y tergiversaciones que han construido nuestra actual situación y ensanchar el límite de nuestras posibilidades hacia la creación de un nuevo proyecto de Universidad, acorde a las necesidades y sensibilidades de una Región que aspira crecer y de un país que requiere hoy más que nunca de alternativas al actual modelo de desarrollo.